Mi hija Martina tiene un año y ya está enganchada a una seria adicción: Pocoyó. Es la única actividad de ocio capaz de hipnotizarla durante una hora. Ni Baby Einstein, ni el Cantajuegos; a Martina lo único que la retiene pegadita a su hamaca es este muñeco azul por el que he empezado a sentir una gran simpatía. Y también una enorme curiosidad. ¿Cómo es posible que estos dibujos, aparentemente tan sencillos, enganchen a niños de 50 países diferentes? Si seguís leyendo, encontraréis la respuesta. Sigue leyendo
Todo lo que siempre quisiste saber sobre Pocoyó y nunca te atreviste a preguntar
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